Trascender el apego
Trascender el apego es una de las claves de la plenitud y se vincula con la forma en que nos relacionamos con nuestros deseos.
Una de las llamadas nobles verdades del Budismo nos plantea que el origen del sufrimiento es el anhelo de colmar nuestros deseos. Anhelamos experimentar placeres, anhelamos el ser y anhelamos el no ser. Es interesante distinguir aquí deseo de anhelo. Todos tenemos deseos, éstos nos mueven a vivir, a aprender a hacer cosas y a lograr nuestras empresas. El sufrimiento no proviene del deseo en sí, proviene más bien del anhelo de colmar nuestros deseos como condición para una vida de bienestar. El apego a colmar los deseos y creer que colmarlos es la condición necesaria de la propia felicidad es la fuente del sufrimiento. Por eso, en nuestra cultura, pasamos la vida huyendo de toda forma de dolor, con lo que paradójicamente lo hacemos persistente.
Tenemos tres tipos de deseos que podemos distinguir. Están los deseos sensuales, que nos llevan a buscar experiencias sensoriales placenteras. Sexo, comida o experiencias auditivas son ejemplos de deseos sensuales. Otro tipo de deseo es el de ser. Queremos llegar a ser algo que hoy no somos. Podemos querer ser más lindos, jóvenes, ricos, inteligentes o experimentados. Por último podemos distinguir los deseos de no ser. Este tipo de deseo también se denomina aversión. Por ejemplo, aversión por una enfermedad, por el aspecto o la edad que tenemos. Pueden existir incluso deseos de aniquilación, expresados como tendencias suicidas ante la imposibilidad de soportar la aversión.
A su vez también podemos distinguir deseos sanos y malsanos. Son ejemplos de deseos sanos los que surgen de un amor no posesivo, de la compasión y la empatía. Los malsanos pueden ser la codicia, la lujuria, el escapismo y los deseos de hacer daño. A estos deseos malsanos respondemos con nuestros valores.
Los deseos sanos se pueden volver malsanos y degradarse si nos obsesionamos. Las maneras hábiles que el budismo sugiere para, trascender el apego e impedir el deterioro de los deseos sanos son tres. En primer lugar desarrollar un componente ético para renunciar a dejarse llevar por los deseos. En segundo lugar cultivar la sabiduría como vigilancia e intuición para distinguir las acciones que generan sufrimiento y las que no. Por último, aceptar la evidencia de que no es posible controlar lo que nos sucede a nosotros o a nuestros seres queridos.
El aferramiento a nuestros deseos nos hace sufrir y hace sufrir a otros, porque comenzamos a vivir una demanda oculta de que la vida sea distinta de como es.
Podríamos decir que el sufrimiento proviene del apego a lo que deseamos (placeres, logros, etc) y la aversión a lo que no deseamos (dolores, pérdidas, etc).
Las ganancias, la salud y la admiración de la que podamos ser objeto, vienen acompañadas de la inevitabilidad de la pérdida, el desengaño y el fracaso.
Veamos cómo describe Phillip Moffitt los beneficios de trascender el apego y tres formas de cultivar el no apego:
¨...Cuando no te apegas a lo que quieres, la vida se torna más fácil. Aunque lo que suceda en tu vida pueda resultar a veces doloroso, aceptas el dolor sin añadir sufrimiento. En lugar de pedir que las cosas sean de la manera que te gustaría, te entregas a la vida aunque ésta no te facilite aquello que deseas. El resultado es que estás en paz contigo mismo en el momento presente, y que puedes avanzar hacia tus objetivos sin contradicción.
La instrucción del Buddha acerca de abandonar el apego se traduce en ´ocuparse sin exigir´, ´amar sin imponer condiciones´ y ´avanzar hacia tus objetivos sin apego por el resultado´. Enfocar tus metas con esta actitud o estado mental te permite ocuparte, interaccionar y proceder en tu trabajo, relaciones y en el mundo en general a la vez que sigues conservando una mente clara y serena, así como un corazón en paz y afectuoso. En la medida en que puedas actuar con esa madurez espiritual, es que has ´pasado a la otra orilla´. Estar totalmente presente en el momento pasa a convertirse en tu valor más esencial y en tu orientación en la vida, permitiéndote estar en el mundo de las metas y las acciones sin que éstas te definan. Es un importante paso hacia la liberación de la mente. No lo presento como una enseñanza teórica sino como una manera de vivir, que puedes iniciar a partir de ahora mismo¨.
Podríamos denominar ego a ese aspecto de la mente que se observa a sí misma como ¨mí¨ o ¨mío¨. Cuando nos apegamos a nuestros deseos el ego se identifica y organiza en función de colmar los deseos. Como nos enseña Moffitt, si queremos estar menos atrapados por el anhelo de colmar nuestros deseos y el sufrimiento que conlleva, debemos estar dispuestos a cultivar cierta práctica de renuncia en la vida cotidiana. La renuncia no implica negar el ego, intentar eliminarlo o desarrollar aversión hacia él. La renuncia implica, más bien, el desarrollo de un nuevo tipo de relación con el ego de manera que refleje los valores centrales y no los antojos y caprichos de cada momento, para así trascender el apego.
El ego es como un cachorro que nos impulsa a movernos, a crear, pero que puede ser muy desordenado y caprichoso, pero que puede ser entrenado para servir a tus valores centrales.
En el libro ¨Bailando con la vida¨ de Moffitt, se sugieren tres formas de cultivar la renuncia en la vida cotidiana moderna y así contribuir a trascender el apego:
- Renunciar al apego a tener razón. Este suele ser un aferramiento muy grande en nuestra cultura y renunciar a él puede transformar profundamente nuestros puntos de vista y nuestras relaciones.
- Comprometerte a dejar de medir el éxito de tu vida dependiendo de cuantos antojos consigues colmar. Desde esta óptica sigues teniendo deseos, solo que haces que dejen de ser el centro de tu vida.
- Renunciar a ser la estrella de tu película. Alejarse de interpretar todo lo que ocurre y el sentido de nuestra vida teniendo nuestros deseos como eje central. Cuando la película deja de estar centrada en nosotros, aunque tengamos un papel, la vivimos con menos ansiedad y más en consonancia con nuestros valores centrales.
Una vieja historia amerindia cuenta que un abuelo contaba a sus dos nietos que todos tenemos dos lobos dentro nuestro. Uno de ellos está lleno de anhelo y rabia y sólo piensa en sí mismo, mientras el otro está lleno de amor, empatía, cuidado y compasión; y que los dos libran una pelea a muerte. Uno de los niños, al escuchar la historia, pregunta: ¨pero abuelo, entonces ¿quién ganará?¨. El abuelo contestó: ¨Muy fácil, el que tu alimentes prevalecerá. Tú determinas quien es el ganador¨.
El deseo es movimiento, y cuando es un deseo sano es necesario para la vida. Pero como tal es susceptible de apego. Trascender el apego implica cultivar el amor compasivo, que es inmóvil ya que es un amor que se realiza en sí mismo, es incondicional y consecuentemente, invulnerable al apego.
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