Venenos anímicos del líder: el escepticismo
Un estado de ánimo con el que los líderes deben lidiar cotidianamente es el escepticismo. Cómo comprenderlo para superarlo en mi y en mi equipo.
Volvemos a nuestra serie de posts sobre los venenos anímicos. Ya hemos recorrido las descripciones del agobio, la ansiedad, el resentimiento y el cinismo, de acuerdo con el entendimiento que ido desarrollando en mi practica de coaching y consultoría. Hoy vamos describir el escepticismo. Un estado anímico que impacta negativamente en la capacidad de acción y creación de equipos y redes.
Hay varias emociones que son relevantes en la acción. Como por ejemplo la ambición, el protagonismo o la confianza. El escepticismo pone estas emocionlidades propicias para la acción en una suerte de stand-by, hasta que hayan substanciado su juicio sumario a las novedades que se le aparecen. Con el escéptico tenemos que contar con más tiempo, todo es más lento.
Veamos algunas dimensiones para observar este estado de ánimo:
- Trasfondo interpretativo: Para quien esta dominando por el estado anímico del escepticismo la interpretación dominante podríamos expresarla así: ¨Yo dudo. Esto´no cierra´¨.
- Relación con la acción: desde el escepticismo las posibilidades valiosas parecen muy inciertas. El escéptico no confía.
- Relación con la temporalidad: quizás podríamos decir que el escéptico es una suerte de entusiasta desilusionado, hace foco en un futuro en el que confiar podría ser peligroso depender de otros. Podría sufrir por ser demasiado “optimísta”.
- Mirando desde dentro: Desde el escepticismo, la persona mira el mundo como un espacio que lo puede defraudar. Es el mundo el problema, que no es digno de confianza. El escéptico se ve a si mismo como lúcido y sagaz para descubrir inconsistencias o mentiras.
- Mirando desde fuera: Como observadores podemos ver a la persona en el estado de escepticismo como alguien que no puede confiar, alguien que suele ubicarse en la postura de “abogado del diablo” escondiendo un profundo miedo a depender de otros. Por eso éste es un estado de animo particularmente limitante para la construcción de redes y la expansión de las capacidad de acción. Con el escéptico no comenzamos una relación desde cero, la comenzamos desde menos cien. Tenemos que lograr pasar las pruebas que secretamente nos impone. Al relacionarnos con una persona en este estado anímico podemos llegar a ver que hay cierta actitud de superioridad moral que se expresa en la disposición, muy a la mano, de los juicios críticos (“esto no cierra”, “no es tan así”), como forma de desestimar la posibilidad de confiar y comprometerse con una posibilidad. El escéptico tiene miedo de ser desilusionado por lo que se escuda en una actitud de crítica temprana ante cualquier novedad. A diferencia de la experiencia con el cínico que no respeta y desestima toda posibilidad de valor, con el escéptico podemos llegar a pasar las pruebas. De hecho muchas veces los escépticos logran salir de la desconfianza y volverse ambiciosos y entusiastas, hasta que tengan que enfrentar la próxima novedad.
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