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Dimensiones de un desarrollo personal integral

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¿Cuales son las dimensiones que podemos distinguir en un desarrollo personal integral? ¿Qué aspectos abarcarían? Este artículo se propone distinguir estos territorios fundamentales como dominios de entrenamiento y autoconocimiento.

Me dieron ganas de contarles algunas que resultan de investigaciones en las que estoy embarcado como parte de mi próximo libro y que se relacionan con este desarrollo personal integral. Las distinciones que quiero compartir surgen, por una parte, de muchos años dedicado a la práctica del coaching desde mi Escuela de Liderazgo y Coaching Profesional - Hacer Historia. Por otra parte, se nutren de mi propio trabajo personal en áreas como la Psicología Integrativa con Claudio Naranjo y el Budismo Tibetano con mi maestro Tsoknyi Rimpoche.

 

Dimensiones de la acción transformadora:  En mi concepción del desarrollo personal integral existen tres dimensiones ligadas a nuestro hacer en el mundo. Al diseño y la creación de futuro como un grupo de habilidades a cultivar. El estar lanzado a la acción en el mundo es quizás la forma primaria de auto-transformación. Podríamos decir que este es el foco específico de las intervenciones de coaching. Estas dimensiones son las siguientes:

  • Identidad pública: El primer dominio que quiero distinguir es el que abordamos desde el inicio en los programas de Hacer Historia. Se trata del dominio de la creación de nuestra identidad pública, entendido como los roles que encarnamos socialmente. Estos roles podemos verlos cómo las posibilidades que los demás ven en nosotros. El foco en este dominio es el desarrollo de la capacidad para crear valor. Esta dimensión abarca nuestros roles personales y los proyectos y emprendimientos en los que creamos una oferta dirigida a algún grupo de clientes. En Hacer Historia distinguimos cuatro disciplinas vinculadas con la creación de identidad. En primer lugar la visión, entendida como la habilidad para ver posibilidades más grandes que nos permite declarar una identidad. En segundo termino, el dominio del valor, en el que definimos atributos de una oferta, o sea el diseño de la identidad. En tercer lugar, la ejecución, dominio en el que se encarna la identidad al crear una red de conversaciones para la producción del delivery de valor y satisfacción del cliente. Por ultimo, estas dimensiones que están en permanente transformación dado que el mundo cambia de manera rápida e impredecible hacen que debamos que desarrollar resiliencia para fortalecernos al enfrentar el fracaso como una posibilidad permanente.
  • Relaciones: Estar en el mundo implica estar en relaciones con otros. En estas relaciones cultivamos conversaciones para posibilidades, coordinamos acciones y construimos confianza. La competencia conversacional para administrar y ampliar estas conversaciones es central para crear nuestra vida y nuestra identidad. Tanto esta dimensión como la anterior son centrales en el desarrollo de actividades efectivas en las empresas y otras organizaciones.
  • Bienestar: Movernos con efectividad en el mundo implica hacernos cargo de nuestras preocupaciones básicas, conocer nuestras predisposiciones habituales, emociones e interpretaciones. Este registro de nuestro mundo privado es central para movernos con integridad en el mundo, fluyendo de manera resiliente. Esta dimensión sumada a las anteriores, contribuye a un desarrollo personal integral al hacer que se genere una mayor integridad en las personas y equipos, lo que contribuye a cultivar una deseable y, a veces ausente, calidad de vida en los espacios laborales.

Dimensiones del auto-conocimiento transformador:  una espacio más profundo del desarrollo personal integral, implica un proceso de auto-conocimiento que nos permita avanzar hacia la superación de nuestros patrones habituales condicionados históricamente. Este trabajo es central para alcanzar un sentido de plenitud. Este proceso de auto-indagación implica dos dimensiones que quiero diferenciar.

  • Autoconocimiento y equilibrio: en el proceso de volvernos adultos, los seres humanos vamos constituyendo una personalidad que podemos entender como un cierto agrupamiento de hábitos que nos permitieron lidiar con las carencias que sufrimos, principalmente las carencias de amor. Esta personalidad que nos permitió sobrevivir se transforma en una suerte coraza egóica, una serie de aspectos de nosotros mismos que están en sombra y nos limitan. El proceso de conocer los aspectos de nuestro carácter que  nos limitan es central para nuestro progreso humano en general y para el espiritual en especial. Este proceso ocurre simultáneamente en tres dominios básicos del ser humano: el pensar, el sentir y el querer. Esta triada la podemos asociar con la mente, las emociones y el cuerpo. También la podemos asociar con la cabeza, el corazón y las tripas; o con los tres cerebros: neocortex, paleomamífero y reptil. También, siguiendo a Naranjo, la podemos asociar con tres formas básicas de amor: erótico, compasivo y admirativo. El equilibrio de estas tres dimensiones, a partir del trabajo de autoconocimiento, que nos libere de los hábitos condicionados de nuestra personalidad, nos permite recobrar una suerte de equilibro natural.
  • Plenitud esencial: el budismo ha cultivado durante milenios una práctica de educación de la mente para trascender los condicionamientos humanos que nos llevan al sufrimiento. Una disciplina de desarrollo de la conciencia que permite básicamente, poder entrar en contacto con ese espacio interior que es la condición de posibilidad de nuestro pensar, sentir y querer, pero que lo trasciende. Ese espacio interior es, por así decir, la pantalla donde se proyectan todos los eventos de nuestra vida. Los que hace posible que las formas de nuestro pensar, sentir y querer, aparezcan y desaparezcan. La práctica de conectar con esa pantalla, con ese espacio no condicionado de nuestra existencia, da lugar a una experiencia creciente de plenitud amorosa. Podríamos distinguir, someramente, tres aspectos de la práctica del cultivo de esta plenitud esencial. El primero es la sabiduría, entendida como cierta compresión e intención con la que abordamos la vida y que nos permite enfrentarla de manera de reducir el sufrimiento. En segundo lugar encontramos la virtud, entendida como la manifestación externa de la sabiduría y que se traduce en formas adecuadas de acción, lenguaje y medios de vida.Por último encontramos la concentración, entendida como lo que se expresa las prácticas de esfuerzo, atención y concentración que se ponen en juego en la practica de la meditación, tanto la formal como la presencia mental en la vida cotidiana. Esta disposición hacia la reducción del sufrimiento, nos orienta naturalmente hacia la expresión de un amor compasivo. Esta dimensión completa mi visión de un desarrollo personal integral.
Hasta aquí una descripción preliminar y somera de estas dimensiones del desarrollo personal integral. Los invito a formularse estas preguntas para su exploración personal: 

¿Qué dimensiones reconozco como menos desarrolladas en mi vida? ¿Cómo cambiaría mi vida si me comprometo con un desarrollo personal integral?

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