Claves del líder resiliente: la aceptación
Cultivar un liderazgo resiliente suele tener relación con la aceptación con lucidez y coraje de la situación presente si queremos cambiarla.
Muchas veces se confunde la disposición positiva y entusiasta respecto de las circunstancias, el cambio y el futuro, con la incapacidad de aceptar con lucidez y entereza lo que nos toca vivir. Negar o suavizar nuestro nivel de incompetencia en un dominio, por ejemplo, es una enorme barrera para producir aprendizaje.
Pensar positivamente sobre el futuro es de un gran impacto para nuestras vidas porque nos configura en un estado de animo de ambición y resolución que se transforma en un poderoso combustible. Sin embargo, confundir esto con no reconocer que nuestros resultados están por debajo de lo que esperábamos, que nuestro nivel de incompetencia es tal que no podemos participar competentemente de un dominio importante para nosotros, o que tenemos un sobrepeso que es significativo de acuerdo con tablas de referencia, no es algo deseable. Por el contrario, a veces el aprendizaje se moviliza solo cuando alcanzamos un cierto nivel de desagrado o perturbación respecto de nuestra situación actual.
Solo cuando podemos aceptar que nuestros resultados son pésimos en comparación con nuestros objetivos previos, podemos comprometernos con un proceso serio de mejora.
La aceptación de los dolores, las perdidas y las frustraciones, son quizás los casos donde se genera el mayor impacto transformador en la vida de las personas. Aceptar el final de un proyecto, la disolución de un vinculo o la muerte de un ser querido suelen ser para muchas personas los momentos más penosos pero los más significativos de sus vidas en términos del aprendizaje que posibilitan.
En muchas circunstancias la aceptación es la piedra angular de un cambio de vida hacia una situación de renovado bienestar. Cuando juzgamos que hemos sido víctimas de un mal trato, una traición o una injusticia, solemos enojarnos. El enojo en estos casos expresa, de alguna manera, nuestra incapacidad para aceptar lo que ha pasado. Cuando ese enojo no se puede dejar fluir se vuelve resentimiento y puede que nos envenene la vida. Por esto, una expresión de la aceptación, de importancia capital, es el perdón. La capacidad de perdonar moviliza y transforma la vida de quien perdona, mucho mas que constituir una concesión para con el que es perdonado.
Una aceptación radical de nuestras circunstancias es, en muchos casos, algo demasiado incómodo. Suele ser algo que sencillamente no estamos dispuestos a hacer. Esto es así porque la aceptación implica en general la apertura de la toma de responsabilidad respecto de la propia situación. Implica enfrentarse con el dolor de reconocer algo que no nos gusta, y consecuentemente la responsabilidad de tomar acciones para cambiarlo.
Consecuentemente, en muchos casos podemos desarrollar estrategias para no aceptar lo que nos pasa, veamos algunas de ellas:
- Racionalizar: muchas veces buscamos explicaciones que nos permitan quedarnos tranquilos con el hecho de renunciar a reconocer y cambiar algo que no nos gusta. Podemos llegar a ser muy sofisticados y eruditos a la hora de crear explicaciones que justifiquen el quedarnos donde estamos.
- Suavizar: Una suerte de degradación de nuestra visión, nuestras inquietudes y nuestros deseos, se desencadena muchas veces cuando los resultados que obtenemos o las circunstancias que enfrentamos nos desalientan. ¨En realidad no era tan importante para mí¨,¨podría ser mucho peor¨ o ¨no esta tan mal¨ son expresiones que suelen obturar nuestras ambiciones de excelencia y llevarnos a la indolencia, amoldándonos a lo que ocurre y resignando nuestros anhelos.
- Negar: en muchos casos simplemente negamos los hechos que dan fundamento a los juicios que no nos gusta escuchar. ¨Claramente la situación está mejorando¨ o ¨los resultados que figuran en el informe no son correctos¨ expresan muchas veces un movimiento desesperado para no salir del punto de vista en el que todo esta bien y va bien.
- Ilusionarse: Fantasear con situaciones que pueden ocurrir y que serían providenciales, para evitar la aceptación de una circunstancia adversa también suelen ser estrategias que nos entretienen y nos hacen perder un tiempo valioso para aceptar y tomar cartas en el asunto.
La incapacidad para aceptar con coraje y serenidad nuestras circunstancias, aunque sean dolorosas, es una fuente persistente de sufrimiento.
Siguiendo a Joan Borysenko podríamos preguntar: “Las personas fuertes afrontan las situaciones difíciles y hacen lo que sea para sobrevivir a ellas ¿Y tú? ¿Aceptas tu situación de manera realista, o tiendes a negarla, racionalizarla o hacerte ilusiones?.”
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